En medio de la pandemia, cuando finalmente pude ver a mis amistades de nuevo, conoci a dos personas que eran recién graduadas de escuela superior. Lógicamente, no lograron tener prom a pesar de que compraron ya sus etiquetas. Siendo la organizadora de eventos en mi grupo de amistades y la casa oficial de todos los embelecos, decidí que la pandemia esta intensa, pero mis embelecos son más intensos. Y así comenzamos a organizar y a hacer un pequeño prom en casa para estos muchachos, con todo y ‘promposals’, trajes ‘fancy’, decoraciones y comida (todo dentro de un budget de $100 que hicimos un serrucho por cubrir). Cuando llego el dia del prom y llegaron mis amistades, me di cuenta que quizás la pandemia no es el fin del mundo, mi futuro no desapareció, solo tengo que hacerlo otra vez con el mismo amor y cariño que tuve para hacer un prom.
Siempre que ocurre algo emocionalmente drenante, suelo reaccionar emocionalmente tarde. Cuando ocurre una emergencia en mi grupo de amistades esto casi siempre es beneficioso: yo entro en ‘auto-pilot’ y manejo la situación inmediata y luego horas más tarde me entra el miedo y la ansiedad. Mi mejor amiga se ocupa de manejar con las consecuencias de la situación mientras yo vuelvo a mi centro. Al principio nunca noto la gravedad de la situación y simplemente actúo instintivamente.
Por eso es que fue luego de varias semanas que me di cuenta de que “anda, esto es una pandemia en serio. Esto va a afectar todos mis planes del futuro”. Yo que de por si al entrar a la universidad sentía prisa por hacer todo lo posible para aprovechar mis anos (ya que son solo 4) me quedé estancada. Como si alguien le diera al botón de pausa en mi vida pero el tiempo seguía corriendo, las clases seguían como si nada y yo perdiendo todas las oportunidades que siempre soñé en tener. Soy una persona muy sociable y la ausencia de un ambiente comunitario en persona me caló. Lo que antes pensaba que era un mundo infinito y abierto se convirtió en las cuatro paredes de mi cuarto y un futuro en blanco.
También soy una persona que se cae mucho. Desde chiquita hasta hoy, vivo siempre con una serie de moretones y golpes; cada vez que me caigo me duele, lo lloro y me levanto con coraje y lo trato otra vez de una manera diferente. Si no me levanto, no tengo oportunidades de ganar. Eso mismo hice. Me di permiso a sentir el coraje, dolor, tristeza y rencor pero me aseguraba de no ignorar los pequeños placeres. Ver peliculas con mis amigos en línea todos los miércoles y tener ‘online dance parties’, conectar con mis padres, cocinar, disfrutar de los vídeos de BTS que no podia ver porque no tenia el tiempo, sentarme y ver el cielo con detenimiento. Hice como meta hacer todas las cosas que en mi vida cotidiana no tenía el tiempo para hacer.
Me gusta pensar que todos crecimos durante esos fabulosos meses de cuarentena internacional (para bien o para mal) y para crecer hay que destruir. Me gusta pensar que, aunque hubiera preferido que no pasará la pandemia, sin ella no hubiera conocido a muchas personas maravillosas, no hubiera tenido todos esos momentos cálidos con mi mamá donde hablábamos sin prisa, no hubiera hecho un prom en mi casa, no hubieran surgido todas esas noches donde mis amigos me tenían horas riendo y jugando Minecraft o Amongus. Quizás no es lo mejor que pudo haber pasado, pero crecí y creo que ese es propósito principal de la vida. 
